Nuestro sistema de salud se encuentra en una encrucijada a causa de su difícil situación. Antes de la pandemia ya se cuestionaba su sostenibilidad y ahora la preocupación es o debería ser mucho mayor. Esta situación obliga a definir su estrategia durante los próximos años, lo que supone elegir entre dos opciones. La primera opción es la clásica, aumentar el gasto, hacer planes y repetir tópicos del tipo “potenciar la Atención Primaria”, “centrar el sistema en el paciente”, “compromiso con la sanidad pública” y otros similares. La segunda opción es la de la innovación, que intentaría buscar otro camino que también defienda el sistema de salud, que esté centrado en el paciente y no en la organización de los servicios, que razone y justifique los aumentos de gasto y las inversiones, y que busque la excelencia evitando el coste de la no calidad.